Lugar de gestación de ideas ... donde las palabras y las mentes no quieran pedir la eutanasia. Queremos que este grupo no sea sólo un lugar donde mover mentes, sino un lugar de enlace entre las personas y proyectos. Si tienes un proyecto de índole artístico o intelectual, déjalo en el muro; quizás encuentres a alguien que te quiera ayudar.

viernes, 26 de febrero de 2010

Sensaciones de una noche de verano

Aquella noche salí de mi casa con una extraña sensación en el cuerpo. Sentía que iba a ser mi última noche. Así que bebí, fume y folle. Justo antes de irme a casa le vi, él no a mi. Tan sólo mirarle me ponía los pelos de punta. La siguiente noche salí con la misma impresión, volví a beber, a fumar y a follar, otra vez estaba allí. La vida seguía su curso cotidiano hasta que llegaba la noche. Cuando hacía salidas nocturnas nuevamente volvía a invadirme el penetrante escalofrío, un sabor a muerte. Bebí, fume , pero esta vez no folle. Su cara de nuevo. Una noche más se repetía la situación, el extraño ritual. Bebí, fume y le vi. Me miró, y aunque tenía un mal presentimiento se la devolví. Esa noche sí folle, con él. Desde ese momento el olor a muerte no se desprendía de mis sentidos. Supe que aquella historia acabaría mal justo antes de devolverle la mirada. Pero lo hice. Ya no había vuelta atrás. Después de muchas noches con él continuaba sintiendo la muerte alrededor. La vida con el era al límite del riesgo, hasta que llego la propuesta. No era legal, era peligroso, me daba igual. Me alimentaba de nuestra adrenalina como si se tratara de un manjar divino dotador de vida, me era necesario nutrirme con ello. Era el agua que calmada mi sedienta boca, que pedía más y más. Aquella última noche salí de su casa con la turbadora sensación más aguda que nunca en mi cuerpo, esa era mi última noche. Mientras íbamos en la moto me abrace a él con fuerza en unos minutos se desataría la tragedia que ya paladeaba entre dientes. Un tío enorme nos esperaba con el paquete, yo guardaba la pasta. Sabíamos que no era de fiar, y nada más bajar de la moto cuatro disparos tres para él y uno demasiado acertado para mí. El tío enorme rebusco entre mi ropa y mi sangre para llevarse el dinero. Ya no volveré ni a fumar, ni a beber, ni a follar. Ahora tan solo una densa nada que me envuelve, ahora solamente estoy conmigo. Probando la muerte, que sabe a sangre, que sabe a vomito, que sabe a hiel, que sabe a todo aquello que ya no viviré.

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